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«Aquí hay algo más grande que Salomón»


#maronitas

de Deutz (c.1075-1130)

monje benedictino

Sobre la Trinidad y todas sus obras


Habiéndose unido a ella, el profeta Natán, junto con Betsabé, solicitaron su plan ante el anciano, el sabio rey David, ahora al borde de la muerte (1 Reyes 1). Entonces fue que Salomón, cuyo nombre significa “Señor de paz”, recibió la unción real. Entonces todo el pueblo subió tras él; la multitud tocaba las trompetas y se entregaba a un regocijo tan grande que su estruendo hacía temblar la tierra, porque el rey había declarado: “Salomón es a quien yo designaré como gobernante sobre Israel y Judá” (vv. 35.40). Ahora bien, sin lugar a dudas, esta entronización prefiguró el misterio del que habla Daniel: “Mientras se convocaba el tribunal y se abrían los libros... vi a uno semejante a un hijo de hombre que venía sobre las nubes del cielo. Cuando llegó al Anciano y se presentó ante él, recibió dominio, gloria y realeza” (Dn 7,10.13-14).


Así, por iniciativa de un profeta, Salomón fue hecho rey, así como en el cumplimiento de las profecías según su sentido espiritual, Cristo, el Hijo de Dios, fue reconocido Rey de la paz, Rey de la gloria del Padre, que atrae todas las cosas hacia él mismo. Salomón llegó a ser rey mientras su padre todavía estaba vivo, así como Cristo fue inaugurado rey por Dios Padre, que no puede morir. En efecto, no hay duda de que lo hizo rey y “heredero de todo” (Heb 1,2), que no muere ni morirá para siempre, y –acontecimiento maravilloso y sin precedentes– a Cristo, que es heredero de un Padre, que vive para siempre y nunca puede morir y que murió una vez para siempre, volvió a la vida y ya no conocerá la muerte para siempre.


Entonces Salomón “montó en la mula del rey” (1 Reyes 1, 38). Pero mejor aún, es en el trono de su Padre, es decir de toda la Iglesia, “muy por encima de todo principado, potestad, potestad y señorío” (Ef 1, 21) donde Cristo ahora está sentado “a la diestra de la Majestad en las alturas” (Hebreos 1, 3). Por eso la gran multitud del pueblo sube tras él con cánticos y alegría, y la tierra tiembla ante sus gritos. Y también nosotros hemos escuchado el gran gozo de aquellos que dieron a conocer esta gloria, es decir, el gozo de los apóstoles mientras hablaban en las lenguas de todos los pueblos (Hechos 2), porque “sus palabras han salido por todas partes”, la tierra y su mensaje hasta los confines del mundo» (Sal 19[18, 5).

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