San Patricio (c.385-c.461)
monje misionero, obispo
Confession, 56-62 conclusión (trans. Philip Freeman; SC 249, p.129f. rev.)
Así que “encomendaré mi alma a mi Dios fidelísimo” (1Pe 4,19), a quien sirvo aquí como su “embajador” (Ef 6,20) a pesar de mis defectos - pero Dios no usa las normas del mundo en tales asuntos. Para este trabajo me eligió a mí, a mí, uno de los más pequeños de sus servidores (Mt 25,40), para ser su ayudante. “¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” (Sal 116[115],12). Pero, ¿qué puedo decir o hacer por Dios? Todo lo que puedo hacer viene de él.
Por eso Dios no permita nunca que me separe de su pueblo “que él mismo formó” (Is 43,21), aquí en los confines de la tierra. Oro para que Dios me dé perseverancia y me permita ser un testigo fiel de él hasta que muera. Si alguna vez he hecho algo que valga la pena por el Dios que amo, pido que se me permita morir aquí por su nombre con estos conversos y esclavos. Sé que si eso sucediera, ganaría mi alma junto con un nuevo cuerpo en ese día sin duda resucitaremos como el sol por la mañana, como el hijo, Jesucristo, nuestro Redentor.
Mi oración final es que todos ustedes que creen en Dios y lo respetan, quienesquiera que sean y lean esta carta que Patrick, el pecador ignorante, escribió desde Irlanda, que ninguno de ustedes diga jamás que yo, en mi ignorancia, hice cualquier cosa por Dios. Debes entender - porque es la verdad - que todo fue don de Dios. Y esta es mi confesión antes de morir.
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