San Cirilo de Alejandría (380-444)
Obispo, Doctor de la Iglesia
Comentario al Evangelio de San Juan, Libro 9; PG 74, 182-183 (©Amigos de Henry Ashworth)
"En la casa de mi Padre hay muchas moradas. Si no las hubiera, ¿os habría dicho que os voy a preparar lugar?". Si no hubiese muchas moradas en la casa de Dios Padre, nuestro Señor nos hubiera dicho que se adelantaba a preparar las moradas de los santos. Sabía, sin embargo, que muchas de esas moradas ya preparadas estaban esperando la llegada de los que aman a Dios. Por lo tanto, no dio como motivo de su partida, sino más bien su deseo de abrirnos el camino para el ascenso a esos lugares celestiales y prepararnos un paso seguro allanando el camino que antes había sido intransitable. Porque el cielo era entonces completamente inaccesible para nosotros: un pie humano nunca había pisado ese lugar puro y santo de los ángeles.
Fue Cristo quien primero preparó el camino para nuestro ascenso allí. Al ofrecerse a sí mismo a Dios Padre como las primicias de todos los muertos y sepultados, nos dio una vía de entrada al cielo y fue él mismo el primer ser humano que vieron los habitantes del cielo. Los ángeles del cielo, sin saber nada del sagrado y profundo misterio de la Encarnación, quedaron asombrados de su venida y casi confundidos por un acontecimiento tan extraño e inaudito. “¿Quién es este que viene de Edom?” preguntaron (Is 63,1); es decir, de la tierra. Y así nuestro Señor Jesucristo “nos ha abierto un camino nuevo y vivo” (Heb 10,20), como dice san Pablo, “no entrando en un santuario hecho de manos, sino entrando en el mismo cielo para comparecer ante Dios en nuestro favor» (Heb 9,24).
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