San Bernardo (1091-1153)
Monje cisterciense y doctor de la Iglesia
Sermón 37 sobre el Cantar de los Cantares
Si cada uno de nosotros pudiese ver con claridad la verdad de nuestra condición ante Dios, sería nuestro deber no alejarnos ni hacia arriba ni hacia abajo de ese nivel, sino conformarnos a la verdad en todo.
Pero el juicio de Dios está ahora en tinieblas y su palabra está oculta para nosotros. Por tanto, es ciertamente lo mejor, lo más seguro, seguir el consejo de aquel que es la verdad y elegir para nosotros el último puesto. Después podremos ser promovidos desde allí con honor. Si pasas por una puerta baja, no sufres daño por mucho que te inclines, pero si levantas la cabeza por encima del umbral, aunque sea un dedo, la golpearás contra el dintel y te harás daño. Así también el hombre no tiene por qué temer ninguna humillación, pero debe temblar de miedo antes de ceder temerariamente incluso al más mínimo grado de exaltación propia.
Por tanto, ten cuidado de compararte con tus superiores o con tus inferiores, con unos pocos en particular o incluso con uno solo. Porque ¿cómo puedes saber si ese solo hombre, a quien tal vez consideras el más vil y miserable de todos, cuya vida rechazas y desprecias como más sucia y malvada, no sólo que la tuya, porque crees que eres un hombre de vida sobria, justo y religioso, sino incluso que todos los demás hombres malvados? ¿Cómo puedes saber, digo, si en el futuro, con la ayuda de la diestra del Altísimo, no te superará a ti ya ellos si no lo ha hecho ya ante los ojos de Dios?
Por eso Dios quiso que no escogiéramos ni un puesto intermedio ni el penúltimo, ni siquiera uno de los más bajos rangos; él dijo: "Siéntate en el último lugar", así no te atreverás a compararte, y mucho menos a preferirte, a nadie.
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