Por: Rita Karam de maronitas.org
Es el Día de la Independencia, fiesta en la que levantamos con orgullo la bandera libanesa y celebramos un recuerdo que liberó a nuestro país del mandato francés y lo convirtió en un amo libre e independiente.
Se acerca, y el Gran Líbano ha cruzado el centésimo umbral. Él viene y los corazones de los libaneses están destrozados por el dolor debido a las crisis que siguen y se acumulan con el paso del tiempo.
Beirut sigue herida, viviendo entre el doloroso recuerdo del 4 de agosto de 2020, y un amargo presente en el que los hechos siguen oscurecidos, la investigación se ha ido, la demora es la dueña de la situación, y la procrastinación es tan larga como el ojo y la mirada.
Y en el corazón de todos los libaneses hay un gran dolor porque sus vidas se encaminan hacia lo desconocido en un país cuyo destino está siendo manipulado por manos corruptas cuya única preocupación es alcanzar el “yo”.
La silla presidencial está vacía, el gobierno ha dimitido, las instituciones están casi inoperativas y la juventud del Líbano está a las puertas de las embajadas emigrando en busca de un futuro mejor.
El libanés vive todos los días con su dignidad amenazada, su sustento está amenazado y su salud también está amenazada. Las preocupaciones de la vida diaria no son suficientes para él, pero el cólera también ha llegado a detenerse, empeorando las cosas y haciendo sangrar cada vez más al sector salud.
Fiesta de disolución y todos los sectores son regidos por la espada de la quiebra, cautivos de conflictos internos, políticos y económicos, amenazando tanto a ricos como a pobres, y ahondándose en el abismo, hasta que la luz del horizonte se desvanece. lejos.
Se acerca el festejo, y las pocas voces de la conciencia todavía son fuertes aquí y allá, pidiendo salvar al Líbano y neutralizarlo de todas las crisis, y lograr los derechos necesarios para que los libaneses respiren aliviados, ¡pero nadie está escuchando!
Sí, este es el Día de la Independencia de mi país este año. Llega en medio de muchos dolores que abruman a cada individuo, lo atan, restringen su futuro y amenazan su sustento y su salud.
Sin embargo, este pueblo, que resistió durante las guerras y los bombardeos, y escapó de la destrucción una y otra vez, no aceptará la derrota hoy, ni se rendirá. Él es como el cedro plantado en medio de su bandera, poderoso, alto, fuerte y firme frente a todas las tormentas.
¡Todo es fe en que pronto amanecerá la aurora de la verdadera independencia, y hasta la hora de esta aurora oremos para que vuelva la patria!
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