Catecismo de la Iglesia Católica 1362-1366
“Haced esto en memoria mía” (1Cor 11,25)
La Eucaristía es memorial de la Pascua de Cristo, actualización y ofrenda sacramental de su único sacrificio, en la liturgia de la Iglesia que es su Cuerpo. En todas las Plegarias Eucarísticas encontramos después de las palabras de institución una oración llamada anámnesis o memorial. En el sentido de la Sagrada Escritura, el memorial no es simplemente el recuerdo de los hechos pasados, sino el anuncio de las maravillas que Dios ha obrado en favor de los hombres. En la celebración litúrgica de estos eventos, se vuelven en cierto modo presentes y reales. Así entiende Israel su liberación de Egipto: cada vez que se celebra la Pascua, los acontecimientos del Éxodo se hacen presentes en la memoria de los creyentes para que conformen su vida a ellos (Ex 13,3.8).
En el Nuevo Testamento, el memorial adquiere un nuevo significado. Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, conmemora la Pascua de Cristo, y se hace presente el sacrificio que Cristo ofreció una vez para siempre en la cruz, permanece siempre presente. "Cada vez que se celebra en el altar el sacrificio de la Cruz por el que 'Cristo nuestra Pascua ha sido sacrificado', se realiza la obra de nuestra redención" (Vaticano II, LG 63).
Por ser memorial de la Pascua de Cristo, la Eucaristía es también un sacrificio. El carácter sacrificial de la Eucaristía se manifiesta en las palabras mismas de la institución: "Esto es mi cuerpo que es entregado por vosotros" y "Esta copa que es derramada por vosotros es la Nueva Alianza en mi sangre". (Lc 22,19-20). En la Eucaristía, Cristo nos da el mismo cuerpo que entregó por nosotros en la Cruz, la misma sangre que "derramó por muchos para el perdón de los pecados" (Mt 26,28). La Eucaristía es, pues, un sacrificio porque re-presenta (hace presente) el sacrificio de la cruz, porque es su memorial y porque aplica su fruto.
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