Por: Rita Karam de maronitas.org
"Tu nacimiento, Madre de Dios, anunció la alegría de todo el mundo habitado. Porque de ti ha salido el sol de la justicia: Cristo nuestro Dios. Él disolvió la maldición y otorgó la bendición. Él abolió la muerte y nos concedió la vida eterna". En esta fiesta “se abren las puertas estériles, y entra la puerta divina de la virgen”. En su nacimiento, “la gracia comenzó a dar fruto, revelando al mundo a la Madre de Dios, con quien las cosas terrenas se unen a las cosas celestiales, para la salvación de nuestras almas”.
Esta es la Virgen María, quien fue adorada por muchos santos, quienes la honraron durante su vida y la tomaron como ejemplo e imitaron sus virtudes que lució desde su nacimiento.
San Francisco de Asís, durante su oración, se dirigía a la Madre de todos, repitiendo: "Oh, Santa Virgen María, no ha nacido en el mundo nadie como tú entre las mujeres, oh hija del Altísimo… oh esposa del Santo Espíritu".
Es la novia, el "amor más antiguo" del Cura de Ars. Él la amó incluso antes de conocerla. Fue ella quien fue llamada por Don Bosco a honrarla, declarando: “La Eucaristía es el pilar de uno de los polos del mundo, y el segundo es la honra de la Virgen María”. Es ella en quien confió san Charbel en su intercesión, quien no dejaba de llamar: “Si queréis salvaros fácilmente, honrad a la Virgen María, porque ella puede salvar a los que la honran”. Es, como dice San Efrén el Sirio, “el nuevo cielo místico, que es el cielo portador de la teología”.
Es a través del cual "mi alma glorifica al Señor". Ella es a quien ofrecemos oraciones en su fiesta con el Papa Juan Pablo II, y decimos: "Bendita tú entre las mujeres, oh bendita que has creído. ¡El Todopoderoso ha hecho milagros por ti, el milagro de tu divina maternidad! Y ahora, en la gloria de tu Hijo, no dejes de interceder por nosotros pecadores: vela por la Iglesia como su madre, vela por cada uno de tus hijos, nos obtienes de Dios todas estas gracias simbolizadas por los rayos de luz que brota de tus manos abiertas, siempre que nos atrevamos a pedirte, y nos acerquemos a ti con fe, valentía y humildad. Así, nos guías siempre hacia tu divino Hijo, ¡Amén!
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