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«Ningún esclavo es mayor que su amo»


San Cromacio de Aquilea (?-407)

obispo

Sermón 19, 1-3



“Le quitaron la ropa y le echaron encima una capa militar escarlata. Tejiendo una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza” (Mt 27, 28-29). Fue como rey y príncipe de los mártires que Cristo estaba cubierto con una túnica roja porque estaba radiante con su sangre sagrada como si fuera de escarlata preciosa. Fue como vencedor que aceptó la corona porque, por regla general, es al vencedor a quien se conceden las coronas.


Sin embargo, cabe señalar que el manto púrpura es también un símbolo de la Iglesia que, aunque permanece en Cristo rey brilla con gloria real. De ahí el título de “estirpe real” que le da Juan en el Apocalipsis (1,6). Porque, en efecto, la tela púrpura es algo precioso y regio. Aunque es un producto natural, al sumergirlo en un baño de tinte altera su calidad y cambia su aspecto. Sin valor en sí mismo, su transformación lo convierte en algo precioso.


Así nos pasa a nosotros: por nosotros mismos no valemos nada pero la gracia nos transforma y nos da valor, como la materia púrpura, cuando somos sumergidos tres veces en el escarlata espiritual, en el misterio de la Trinidad.


Nuevamente, cabe señalar que el manto rojo es también símbolo de la gloria de los mártires ya que, teñidos con su propia sangre derramada, adornados con la sangre del martirio, resplandecen en Cristo como un precioso manto escarlata. Antiguamente la Ley ordenaba que se ofreciera tela escarlata para decorar el tabernáculo de Dios (Ex 25, 4).


Los mártires, en efecto, son el adorno de la Iglesia de Cristo.

La corona de espinas puesta sobre la cabeza de nuestro Señor es el símbolo de nuestra unión, que hemos llegado a la fe de entre los pueblos. Entonces no éramos más que espinas, es decir, pecadores; pero cuando creímos en Cristo nos convertimos en corona de justicia porque dejamos de apuñalar o herir a nuestro Salvador y coronamos su cabeza con nuestra confesión de fe. Sí, antes éramos espinas, pero hemos llegado a ser piedras preciosas.

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