San Claude la Colombi
Retiro de 1674, Cuarta semana
En la meditación del amor de Dios me conmovió mucho ver todas las bendiciones que he recibido de Dios desde los primeros momentos de mi vida hasta ahora. ¡Ay, qué bondad! ¡Qué cuidado! ¡Qué providencia para el cuerpo y el alma! ¡Qué paciencia! ¡Qué dulzura!
Me parece que Dios me ha hecho penetrar y ver claramente estas verdades: primero, que está en todas las criaturas; en segundo lugar, que él es lo bueno en todos ellos; tercero, que es él quien produce todas las bendiciones que recibimos de ellos. Y me pareció que veía a este rey de gloria y majestad dedicado a calentarnos en nuestro vestido, refrescarnos en el aire, nutrirnos en nuestras comidas, alegrarnos con sonidos y objetos agradables y producir en mí todos los movimientos necesarios para vivir y actuar. ¡Ay, qué maravilla!
¡Quién soy yo, oh Dios, para que me sirvas así en todo tiempo, con tanta constancia y con tanto cuidado y amor en todas las cosas! Él actúa de la misma manera en todas las demás criaturas, pero todo eso lo hace por mí como un mayordomo entusiasta y vigilante que hace que se realice la obra para su Dios en todos los rincones del reino. Y lo más maravilloso de todo es que Dios hace todas estas cosas por todos nosotros aunque casi nadie se detiene a pensarlo excepto alguna alma escogida o santa. Yo, al menos, debería estar pensando en ello, debería estar agradecido por ello.
Me imagino que, así como Dios tiene su propia gloria como fin último de todas sus acciones, así hace todo esto principalmente por amor a aquellos que piensan y se maravillan de su bondad en esto, que experimentan gratitud hacia él, que aprovechan la oportunidad para amarlo en todo. Otros reciben las mismas bendiciones como por casualidad y buena fortuna. Dios nos refiere incesantemente la existencia, la vida, la acción de todas las cosas creadas en el mundo. Este es su trabajo en la naturaleza. La nuestra debe ser continuamente recibir todo lo que nos envía de todas partes y devolvérselo en acción de gracias alabándolo y reconociendo que él es el autor de todo lo que es. Le he prometido a Dios que haré esto tanto como pueda.
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