San Juan Damasceno (c.675-749)
monje, teólogo, Doctor de la Iglesia
Discurso sobre Elías el tisbita, el gran profeta
¿Quién ha obtenido el poder de abrir o cerrar los cielos, de detener o hacer caer la lluvia? ¿Quién pudo hacer descender fuego sobre un sacrificio saturado de agua o sobre dos compañías de soldados a causa de sus malas acciones? ¿Quién, con celo ardiente, hizo perecer a los profetas de la vergüenza a causa de los ídolos ofensivos que veneraban? ¿Quién vio a Dios en una suave brisa?. Todas estas obras pertenecían sólo a Elías y al Espíritu que estaba en él.
Pero podríamos hablar de acontecimientos aún más prodigiosos. Elías es aquel que, hasta el día de hoy, no ha experimentado la muerte, sino que ha sido llevado a los cielos y permanece incorruptible. Algunos creen que vive con los ángeles, cuya naturaleza incorruptible e inmaterial imitó con su vida pura.
Y, en efecto, Elías se apareció en la transfiguración del Hijo de Dios, viéndolo con el rostro descubierto y de pie frente a frente a Él. Al final de los tiempos, cuando la salvación de Dios se manifieste, es él quien anunciará la venida de Dios antes que ningún otro y la dará a conocer a los demás.
Él confirmará el día mantenido en secreto por muchos signos extraordinarios. También ese día, si estamos preparados, esperamos ir delante de este gran hombre que está preparando el camino que conduce a ello. Que nos haga entrar, pues, en las moradas celestiales, en Cristo Jesús Señor nuestro, a quien se debe la gloria y el poder, ahora y por los siglos y por los siglos de los siglos.
(Referencias bíblicas: 1Reyes 17,1; 2Reyes 1,10; 1Reyes 18,40; 19,12; 2Reyes 2,1; Mt 17,3)
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