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«Venid, benditos de mi Padre. Heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo»


#maronitas


Nicolás Cabasilas (c.1320-1363)

Teólogo laico griego, santo de las iglesias ortodoxas

Vida en Jesucristo, IV, 93-97, 102 (SC 355, p.343s.)


“Cuando hubo cumplido la purificación de los pecados, tomó asiento a la diestra de la Majestad en las alturas” (Heb 1, 3). Para servirnos, vino al mundo desde el seno de su Padre. Y esto supera todo lo demás: no sólo cuando apareció en la tierra revestido de debilidad humana se manifestó bajo forma de esclavo y ocultó su condición de señor, sino también más tarde, el día en que venga con todo su poder y aparezca con toda la gloria del Padre en su manifestación. Con referencia a su regla se dice: “Se ceñirá, invitará a sus siervos a sentarse a la mesa y se pondrá a servir a cada uno de ellos por turno” (Lc 12, 37).

¡Éste es, en verdad, a través de quien reinan los monarcas y gobiernan los príncipes!


Así ejercerá su verdadera e intachable realeza; así lleva consigo a quienes ha sometido a su poder: más amorosos que un amigo, más justos que un príncipe, más tiernos que un padre, más íntimos que los propios miembros, más indispensables que el corazón. No se impone por miedo, no somete con un salario. Encuentra la fuerza de su poder sólo dentro de sí mismo; él solo une a sus súbditos. Ya que reinar por miedo o con ánimo de pago no es gobernar por derecho propio sino por esperanza de ganancia o por medio de amenaza.


Cristo debe reinar en el pleno sentido de la palabra; cualquier otra forma de autoridad es indigna de él. Sabía bien cómo conseguirlo por un medio inusitado: para llegar a ser verdaderamente Maestro abrazó la condición de esclavo y se hizo siervo de los esclavos hasta la cruz y la muerte. Así se apoderó de las almas de los esclavos y obtuvo posesión directa de sus voluntades. Sabiendo que ahí es donde reside el secreto de esta realeza, Pablo escribió: “Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por esto Dios lo exaltó mucho” (Fil 2, 8-9). Por la primera creación Cristo es Señor de la naturaleza; mediante la nueva creación ha sido hecho Señor de nuestra voluntad.

Por eso dijo: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra” (Mt 28, 18).

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