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“Soy el menor de los apóstoles, no digno de ser llamado apóstol” (1Co 15,9)

San Bernardo (1091-1153)

Monje cisterciense y doctor de la Iglesia

3er sermón para la fiesta de los santos apóstoles Pedro y Pablo, passim


#maronitas
San Pedro y San Pablo



Con razón, hermanos míos, aplica la Iglesia estas palabras del Sabio a los santos apóstoles Pedro y Pablo: “Estos también eran hombres piadosos cuyas virtudes no han sido olvidadas; su riqueza queda con su descendencia” (Sir 44,10-11). Sí, podemos referirnos a ellos con mucha verdad como hombres piadosos ya que ganaron misericordia para sí mismos, estaban llenos de misericordia, y fue en su misericordia que Dios nos los dio.


Ahora mira qué misericordia fue que ganaron. Si interrogáis a Pablo al respecto… él mismo os dirá: “Yo fui en otro tiempo blasfemo y perseguidor y hombre arrogante, pero he sido tratado con misericordia por Dios” (cf. 1Tm 1,13). En verdad, ¿quién no sabe todas las cosas espantosas que hizo a los cristianos en Jerusalén... y aun en toda Judea?.

En cuanto al bienaventurado Pedro, tengo otra cosa que deciros, pero es algo que es tanto más sublime como único. Porque de hecho, si Pablo pecó, lo hizo sin saberlo, ya que no tenía fe; pero los ojos de Pedro, por el contrario, estaban muy abiertos en el momento de su caída (Mt 26,69s). Sin embargo, “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rom 5,20). Si San Pedro pudo elevarse a tal altura de santidad después de una caída tan desastrosa, ¿quién puede desesperarse ahora, por poco que sea él también? desea abandonar sus pecados? Nótese lo que dice el Evangelio: “Saliendo, lloró amargamente” (v.75).


Habéis oído qué misericordia alcanzaron los apóstoles, y de ahora en adelante ninguno de vosotros será aplastado por sus pecados pasados ​​más de lo necesario... Si pecasteis, ¿no pecó Pablo aún más? Si te caíste, ¿Pedro no cayó aún más profundo que tú? Ahora ambos, al arrepentirse, no solo obtuvieron la salvación sino que se convirtieron en grandes santos. Incluso llegaron a ser ministros de salvación y maestros de santidad. Haz tú lo mismo, hermano mío, porque es por ti que la Escritura los llama “hombres piadosos”.

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