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Los apóstoles, testigos de Cristo resucitado

San Juan Crisóstomo (c.345-407)

sacerdote en Antioquía luego obispo de Constantinopla, Doctor de la Iglesia

Homilía sobre la 1ª carta a los Corintios 4, 3


#maronitas
Nuestro Señor con sus discípulos

San Pablo decía: “La debilidad de Dios es más fuerte que todos los hombres” (1Cor 1, 25). De esto también queda claro que el evangelio es divino. ¿De dónde se les ocurrió a doce hombres iletrados intentar tan grandes empresas, hombres que vivían en pantanos o ríos, en lugares desiertos, que tal vez nunca habían ido a una ciudad o a una plaza pública? ¿De dónde se les ocurrió alinearse contra el mundo entero? Que fueron cobardes e inhumanos, lo demuestra quien ha escrito sobre ellos, en la medida en que ni siquiera desaprueba ni trata de encubrir sus defectos. Esto en sí mismo es una poderosa prueba de la verdad. ¿Qué dice entonces este hombre acerca de ellos? Que después de los innumerables milagros que habían visto hacer a Cristo, cuando fue hecho prisionero algunos huyeron, mientras que el que quedó, aunque era cabeza sobre los demás, lo negó.


Aquí estaban los hombres que fallaron en hacer frente a los judíos cuando Cristo estaba vivo. Sin embargo, cuando murió y fue sepultado, se pusieron en orden contra todo el mundo… ¿No se habrían dicho a sí mismos: “¿Qué es esto? No tuvo fuerzas para salvarse a sí mismo, ¿nos protegerá? No se defendió cuando estaba vivo; ¿nos tenderá la mano ahora que está muerto? Cuando estaba vivo, no conquistó una sola nación, ¿convenceremos al mundo entero pronunciando su nombre?”… Por lo tanto, es claro que, si no lo hubieran visto resucitado y recibido esta poderosa prueba de su poder, nunca se hubieran arriesgado a realizar semejante apuesta.

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