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"¿Aún no entiendes o comprendes?"

San Juan de la Cruz (1542-1591)

Carmelita, Doctor de la Iglesia

La subida del Monte Carmelo, II, 3 (©Instituto de Estudios Carmelitas)


#maronitas
San Juan De La Cruz

La fe, dicen los teólogos, es un cierto y oscuro hábito del alma. Es un hábito oscuro porque nos lleva a creer verdades divinamente reveladas que trascienden toda luz natural y exceden infinitamente todo entendimiento humano. En consecuencia, la luz excesiva de la fe otorgada a un alma es tinieblas para ella; una luz más brillante eclipsará y suprimirá una más tenue. El sol oscurece de tal manera todas las demás luces que no parecen luces en absoluto cuando está brillando, y en lugar de dar visión a los ojos, los abruma, ciega y priva de visión, ya que su luz es excesiva y desproporcionada con respecto a la facultad visual. Del mismo modo, la luz de la fe en su abundancia suprime y abruma la del intelecto.


Otro ejemplo más claro...: Si a los ciegos de nacimiento se les hablara de la naturaleza de los colores blanco o amarillo, no entenderían absolutamente nada por más instrucción que recibieran ya que nunca vieron estos colores. Sólo los nombres de estos colores sería captado ya que los nombres son perceptibles a través del oído. Tal es la fe al alma; nos informa de asuntos que nunca hemos visto o conocido. La luz del conocimiento natural no nos los muestra. Sin embargo, llegamos a conocerlo escuchando, creyendo lo que la fe enseña al cegar nuestra luz natural y traerla en la sumisión. San Pablo afirma:

“La fe viene por el oír” (Rom 10,17). Esto equivale a decir que la fe no es un conocimiento derivado de los sentidos sino un asentimiento del alma a lo que entra por el oído. La fe, manifiestamente, es una noche oscura para las almas, pero así les da luz. Cuanta más oscuridad trae sobre ellos, más luz arroja. Pues cegándolos los ilumina, según aquellas palabras de Isaías: “Si no creéis, no entenderéis” (cf. Is 7,9).

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