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“Bienaventurados los pobres”


#maronitas

San Gregorio de Nyssa (c.335-395)

monje y obispo

Las Bienaventuranzas, 1


Como casi todos los hombres tienen una tendencia natural al orgullo, el Señor comienza las bienaventuranzas desechando el pecado original de la autosuficiencia y aconsejando nuestra imitación de aquel que es verdaderamente bienaventurado, el Pobre genuinamente voluntario, para que seamos semejantes a él en una pobreza voluntaria, según nuestros medios, para participar de su bienaventuranza, de su felicidad. “Tened entre vosotros la misma actitud que tenéis también en Cristo Jesús. El cual, siendo en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse. Más bien, se despojó a sí mismo, tomando la forma de esclavo” (Fil 2, 5-7).


¿Qué podría ser más desdichado para Dios que tomar la forma de un esclavo? ¿Qué cosa más humilde para el Rey del universo que compartir nuestra naturaleza humana? ¡El Rey de reyes, el Señor de señores, el Juez del mundo paga impuestos al César (1Tim 6, 17; Heb 12, 23; Mc 12, 17)! El Señor de la creación abraza este mundo, entra en una cueva, no encuentra lugar en una posada y se refugia en un establo en compañía de bestias irracionales. Él que es puro y sin mancha toma sobre sí las manchas de la naturaleza humana y, después de compartir toda nuestra pobreza, llega a experimentar nuestra muerte. ¡Considerad la desmesura de su pobreza voluntaria! La vida sabe a muerte; el juez es arrastrado ante el tribunal; el Dueño de la vida de todos nosotros se somete a un magistrado; el Rey de los poderes celestiales no escapa de las manos de los verdugos. Este es el patrón, dice el apóstol Pablo, contra el cual se mide su humildad.

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