Rita Karam
Hoy, nueve días antes de su cumpleaños, recordamos al santo cuyas semillas de su santidad brotaron en Bekaa Kafra -la vecina de Wadi Qadisha y los Cedros de Dios y crecieron y dieron frutos a escala del país y del mundo. Es la santidad de un joven que acababa de “resplandecer como el sol en el reino del Padre” (Mateo 13, 43), por lo que la gente de su pueblo lo llamaba “el santo”, y se convirtió en un faro resplandeciente en el cielo del Líbano y luz para todos los que andan en valle de las sombras de muerte, y es bálsamo para todo sufrimiento y dolencia, porque cree que “la santidad es gracia y voluntad”.
Hoy, al comienzo de tu novena, oh san Chárbel, de cuyo cuerpo inmaculado irradia la bondad del cielo, un ramo de acción de gracias pronunciado por una gran fe fundada en el Santo Evangelio. Gracias por cada bendición que nos has otorgado desde el cielo con la bendición del Redentor.
Tú que nos diste ejemplo en el servicio, la austeridad, la obediencia, la oración, la penitencia, el silencio, la paciencia y el dolor, he aquí un ramo de amor arrancado del jardín sagrado de tus virtudes.
Tú que llevaste tu cruz con paciencia y fuiste la alegría del cielo y de la tierra, haznos comprender a su vez que “la cruz es la que abre la cerradura del pecado y salda el precio de la muerte y abre la puerta del cielo”.
Oh ustedes que se adhirieron plenamente a la Iglesia y a sus enseñanzas, fueron santificados por el Evangelio y la Eucaristía, perseveraron en la oración sin aburrimiento, honraron a Nuestra Madre María y la amaron con el Rosario, creyendo que su nombre disipa las tinieblas y aplasta el mal.
Oh san Chárbel, Tú que hiciste que tus oraciones fueran sordas rocas crujieran y mudos manantiales vibrantes, dirígenos al corazón de Dios imitándote, Tú que llevas nuestros genes, hablas nuestro idioma y conoces los secretos de nuestros corazones, haznos vencer contigo todas las pruebas y repeler las tentaciones del mal, para que seamos librados del peso de nuestros pecados, recupérenos el valor de los hijos fieles a Dios.
Al comienzo de tu novena, oh estrella, que brillas en el cielo de la Iglesia, anhela en tus ojos tu Líbano, levántalo del abismo esperado, y sé su auxilio en las penalidades de tu pueblo ¡Amén!
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