Benedicto XVI
Papa de 2005 a 2013
Sacramentum caritatis, 79 (© copyright Libreria Editrice Vaticana)
En Cristo, Cabeza de su Cuerpo, la Iglesia, todos los cristianos son "linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que reclama como suyo, para dar a conocer sus maravillas" (1 Pe 2, 9). La Eucaristía, como misterio a "vivir", nos encuentra a cada uno tal como somos, y hace de nuestra existencia concreta el lugar donde experimentamos cotidianamente la novedad radical de la vida cristiana. El sacrificio eucarístico nutre y aumenta en nosotros todo lo que ya hemos recibido en el Bautismo, con su llamado a la santidad, y esto debe ser claramente evidente en la forma en que cada cristiano vive su vida. Día a día nos convertimos en "un culto agradable a Dios" viviendo nuestra vida como una vocación. A partir de la asamblea litúrgica, el mismo sacramento de la Eucaristía nos compromete, en nuestra vida cotidiana, a hacer todo para la gloria de Dios.
Y porque el mundo es "el campo" (Mt 13,38) en el que Dios planta a sus hijos como buena semilla, los laicos cristianos, en virtud del Bautismo y de la Confirmación, y fortalecidos por la Eucaristía, están llamados a vivir la radicalidad novedad traída por Cristo dondequiera que se encuentren. Deben cultivar el deseo de que la Eucaristía tenga un efecto cada vez más profundo en su vida diaria, convirtiéndolos en testigos convincentes en el lugar de trabajo y en la sociedad en general.
Animo a las familias en particular a inspirarse y fortalecerse en este sacramento. El amor entre el hombre y la mujer, la apertura a la vida y la crianza de los hijos son ámbitos privilegiados en los que la Eucaristía puede revelar su poder para transformar la vida y darle todo su sentido. Los pastores de la Iglesia deben apoyar, guiar y animar indefectiblemente a los fieles laicos a vivir plenamente su vocación a la santidad en este mundo que Dios amó tanto que entregó a su Hijo para que fuera su salvación (cf. Jn 3, 16).
Comments