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«En este día, Señor, los Santos Inocentes dieron testimonio de tu gloria, no hablando sino muriendo»


#maronitas

San Pedro Crisólogo (c.406-450)

Obispo de Rávena, Doctor de la Iglesia

Sermón 152; PL 52, 604

¿Hacia dónde conducen estos celos?. El crimen cometido hoy nos lo demuestra. El miedo a un rival de su reino terrenal llena de ansiedad a Herodes; trama suprimir al «Rey recién nacido» (Mt 2,2), el Rey eterno; lucha contra su Creador y da muerte a niños inocentes.


En cuanto a esos niños, ¿qué culpa habían cometido? Sus lenguas enmudecieron, sus ojos nada vieron, sus oídos nada oyeron, sus manos nada hicieron. Aceptaron la muerte quienes no habían conocido la vida. Cristo lee el futuro y conoce los secretos del corazón; pesa nuestros pensamientos y sondea nuestras intenciones (cf. Sal 139[138]): ¿por qué los abandonó?. ¿Por qué el recién nacido Rey celestial abandonó a estos compañeros en la inocencia, olvidó hasta tal punto a los centinelas que vigilaban alrededor de su pesebre? que el enemigo que quería llegar al rey devastó todo su ejército?


Hermanos míos, Cristo no abandonó a sus soldados, sino que los cubrió de honor concediéndoles vencer antes de que vivieran y llevarse el premio sin luchar. Quiso que poseyeran el cielo antes que la tierra. Los envió antes él como sus heraldos. No los abandonó sino que salvó a los que iban delante, no los olvidó.


Bienaventurados los que han cambiado su trabajo por reposo, sus dolores por comodidad, su sufrimiento por alegría. ¡Ellos están vivos! Sí, están vivos; en verdad viven los que sufrieron la muerte por Cristo. Felices las lágrimas que derramaron sus madres por estos niños: les han ganado la gracia del bautismo. Que el que se dignó reposar en nuestro establo se complazca en conducirnos también a nosotros. los pastos celestiales.

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