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“Es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado"

Joseph Cardenal Ratzinger [Papa Benedicto XVI]

Sermones para la Cuaresma 1981

“Así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo el que cree en él tenga vida eterna”


#maronitas

“Tened entre vosotros la misma actitud que tenéis también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de esclavo, viniendo en semejanza humana, y hallándose humano en apariencia, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobremanera y le otorgó un nombre que es sobre todo nombre" (Filipenses 2 ,5-9)... Este texto excepcionalmente rico alude claramente a la primera caída... Jesucristo vuelve sobre las huellas de Adán. A diferencia de Adán, es en efecto "como Dios" (cf. Gn 3,5). Pero ser como Dios, igual a Dios, es "ser Hijo" y, por tanto, plenamente en relación: "El Hijo no puede hacer nada por sí mismo" (Jn 5,19). Por eso, quien es verdaderamente igual a Dios, no se aferra a su propia autonomía, a la naturaleza ilimitada de lo que puede y quiere hacer. Debido a que recorre el camino al revés, se vuelve totalmente dependiente, se vuelve sirviente. Porque no toma el camino del poder sino el camino del amor, puede descender hasta el engaño de Adán, hasta la muerte, y allí resucitar la verdad, dar vida.


Cristo se convierte así en el nuevo Adán por el que la vida humana asume un nuevo comienzo. La cruz, lugar de su obediencia, se convierte así en el verdadero árbol de la vida. Cristo se convierte en la imagen opuesta a la serpiente, como dice Juan en su evangelio. De este árbol no es la palabra de la tentación sino la palabra del amor salvador que emana, la palabra de la obediencia a través de la cual Dios mismo se hace obediente y nos ofrece así su obediencia como arena de libertad. La cruz es el nuevo árbol de la vida accesible. Cristo, en su Pasión, ha desviado, por así decirlo, la espada encendida (Gen 3, 24), ha atravesado el fuego y ha colocado la cruz como el verdadero eje del mundo sobre el que se levanta el mundo. Por eso la Eucaristía, como presencia de la cruz, es el árbol de la vida que permanece siempre entre nosotros e invita a recibir los frutos de la verdadera vida.

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