San Agustín (354-430)
Obispo de Hipona (Norte de África) y Doctor de la Iglesia
Sermón 63, 1-3
Con la gracia del Señor, les voy a hablar sobre el evangelio de hoy. Con la ayuda de Dios, también quiero animaros a no dejar que la fe duerma en vuestros corazones en medio de las tormentas y las marejadas de este mundo.
Sin duda alguna, el Señor Jesucristo ejerció su poder sobre el sueño no menos que sobre la muerte, y cuando navegaba por el lago, el Todopoderoso no podía sucumbir al sueño si no quería. Si pensáis que él no tenía este poder, es porque Cristo está dormido en vosotros. Si por el contrario, Cristo está despierto en vosotros, vuestra fe también está despierta. El apóstol Pablo dijo: “Que Cristo habite en vuestros corazones mediante la fe”. (Efesios 3,17).
Así, pues, el sueño de Cristo es signo de un misterio. Las personas en la barca representan las almas que pasan por la vida de este mundo en el madero de la cruz. Además, la barca es una figura de la Iglesia. Sí, en verdad, todos los fieles son templos donde Dios habita, y el corazón de cada uno de ellos es una barca que navega por el mar.
No puede descender si la mente mantiene buenos pensamientos. Os han insultado: es el viento el que os azota. Te enojaste: es la marea creciente. Así, cuando el viento silba y la marea sube, el barco está en peligro. Tu corazón está en peligro, es sacudido por las olas.
El insulto despertó en ti el deseo de venganza. Y te vengaste, cediendo así a la culpa de otro, y naufragaste. ¿Por qué? Porque Cristo se durmió en vosotros, es decir, os olvidasteis de Cristo. Así que despierta a Cristo, recuerda a Cristo, que Cristo despierte en ti. Piensa en él.
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