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"Jesús lloró"

San Pedro Crisólogo (c.406-450)

Obispo de Rávena, Doctor de la Iglesia

sermón 64; PL 52, 379


#maronitas

“Al ver Jesús a María llorando y a los judíos que habían venido con ella llorando, se turbó y se turbó profundamente...” María llora, los judíos lloran, incluso Cristo llora, pero ¿crees que todos sienten el mismo dolor? María, la hermana del muerto, llora porque no pudo sostener a su hermano ni evitar que muriera. Ella bien puede estar convencida de la resurrección pero la pérdida de su mejor apoyo, el pensamiento de su cruel ausencia, la tristeza de la larga separación hacen brotar lágrimas que no puede contener. La imagen implacable de la muerte no puede dejar de conmover y vencernos, por grande que sea nuestra fe. Los judíos también lloraban al recordar su condición mortal porque desesperaban de la eternidad. Los simples mortales no pueden dejar de llorar ante la muerte.


¿Cuál de estas razones de tristeza tenía a Cristo en sus garras? ¿Ninguna? Entonces, ¿por qué está llorando? Había dicho: “Lázaro ha muerto y yo me regocijo”. ¡Pero mirad cómo derrama lágrimas mortales en el momento mismo de comunicar de nuevo el Espíritu de vida! Hermanos míos, ¡así es el hombre! Las lágrimas brotan cuando se ve afectado tanto por la alegría como por el dolor. Cristo no lloró por la desolación de la muerte sino por el recuerdo de la felicidad, el que con su palabra, una sola palabra, había de despertar a todos los muertos a la vida eterna (Jn 5, 48). ¿Cómo podríamos pensar que Cristo habría llorado por la debilidad humana cuando el Padre celestial llora por su hijo pródigo, no cuando se va, sino en el momento de encontrarlo de nuevo? (Lc 15, 20). Dejó morir a Lázaro porque deseaba resucitar al muerto como manifestación de su gloria. Permitió que su amigo descendiera a la región de los muertos para que Dios pudiera aparecer trayendo al hombre de regreso del infierno.

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