San Juan Pablo II
Papa de 1978 a 2005
Redemptoris missio, 86
Si miramos el mundo actual, nos sorprenden muchos factores negativos que pueden llevar al pesimismo. Pero este sentimiento es injustificado: tenemos fe en Dios nuestro Padre y Señor, en su bondad y misericordia. Al acercarse el tercer milenio de la redención, Dios está preparando una gran primavera para el cristianismo, y ya podemos ver sus primeros signos. De hecho, tanto en el mundo no cristiano como en el mundo tradicionalmente cristiano, las personas se están acercando gradualmente a los ideales y valores evangélicos, un desarrollo que la Iglesia busca alentar. Hoy en efecto existe un nuevo consenso entre los pueblos acerca de estos valores: el rechazo a la violencia ya la guerra; el respeto a la persona humana ya los derechos humanos; el deseo de libertad, justicia y fraternidad; la superación de diferentes formas de racismo y nacionalismo; la afirmación de la dignidad y el papel de la mujer.
La esperanza cristiana nos sostiene para comprometernos de lleno en la nueva evangelización y en la misión mundial, y nos lleva a orar como Jesús nos enseñó: "Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo" (Mt 6, 10).
El número de los que esperan a Cristo es todavía inmenso: los grupos humanos y culturales aún no alcanzados por el Evangelio, o para los que la Iglesia está escasamente presente, están tan extendidos que exigen la unión de todos los recursos de la Iglesia. Mientras se prepara para celebrar el jubileo del año 2000, toda la Iglesia está aún más comprometida con un nuevo advenimiento misionero. Debemos aumentar nuestro celo apostólico para transmitir a los demás la luz y la alegría de la fe, y en este alto ideal debe educarse todo el Pueblo de Dios.
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