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La locura humana

Por: Dr. Michel E. Abs

Secretario General del Consejo de Iglesias de Oriente Medio


The Middle East Council of Churches
Dr. Michel E. Abs. Cortesía del foto: meec.org

El texto original fue publicado en MECC el 23 de febrero de 2022. Traducción y publicación por Maronitas.org en colaboración con The Middle East Council of Churches.


Disponible también en árabe y en inglés.


La Locura Humana


Las crisis sociales se intensifican en gravedad, y con ellas aumentan los índices de pobreza, desempleo, delincuencia, ruptura familiar y desintegración social. Y a medida que la sociedad se vuelve incapaz de gestionar sus crisis, se vuelve vulnerable a todas las formas de conflictos e intervenciones externas, con lo que pierde su autonomía y se ve abocada al camino de la decadencia.


No hay límites para la codicia humana, como tampoco los hay para la estupidez humana resultante de esta codicia. Cuando los responsables de los recursos de las sociedades acumulan riquezas hasta el punto de ser incapaces de gestionarlas, en un momento en que algunos grupos de las mismas sociedades carecen de las necesidades mínimas de una vida digna, se llega a un estado de aberración incontrolada.


Entre las clases sociales, la alienación es mayor que entre una sociedad y otra.


Las diferencias entre los monopolistas de la riqueza, por un lado, y las clases sociales indigentes, por otro, son inimaginables, ya sea en cuanto a las condiciones de la vivienda, la alimentación o la atención sanitaria, por no hablar de las actividades recreativas y sus ramificaciones.


La extravagancia a la que asistimos hoy en día en el mundo es realmente asombrosa en un momento en el que miles de niños mueren de hambre, sed y falta de medicamentos, y en el que un gran número de ellos llenan las calles para mendigar o para realizar trabajos que la ley califica de ilegales.


Además, aumenta el número de indigentes, desamparados y enfermos sin tratamiento, aumenta el número de adictos a diversos tipos de tráfico y crece la lista de desastres de la sociedad moderna.


Al mismo tiempo, vemos cómo se desata la carrera de las armas, una carrera en la que la humanidad gasta más de muchas veces lo que necesita para curar las heridas de los indigentes y repartir felicidad entre la gente.


¿Qué clase de locura es ésta?


¿Han calculado cuántas familias pobres podría alimentar el coste de cada cohete de cañón?


¿Ha calculado cuántos hospitales, asilos y centros de rehabilitación para personas con necesidades especiales podrían construir por el precio de un avión de guerra?


¿Están seguros de cómo afecta negativamente el esfuerzo bélico al nivel de vida y bienestar de las poblaciones?


En cuanto a la carrera nuclear, ¿han calculado su coste y sus consecuencias?


Además, ¿durante cuánto tiempo los países pobres seguirán siendo el vertedero del mundo industrial nuclear?


¡Qué responsabilidad tienen los fabricantes de armas y municiones, ya que poblaciones enteras con sus gobiernos están sometidas a sus objetivos de lucro!


¡Establecen gobiernos y derriban gobiernos, fortalecen sociedades y humillan sociedades!

Los débiles y los indigentes alimentan sus guerras inútiles mientras son engullidos por ellos y empujados a la aniquilación o a la enfermedad. No hay nada peor que sus semejantes, salvo las empresas de extracción y producción de energía. Son dos caras de la misma moneda y se complementan.


¡Qué débiles son esos hijos de los hombres, que jadean en pos de la vanagloria, que abren sus oídos al timbre del oro y los cierran a la llaneza de los miserables!

Alguien me dijo, criticando a una de las superpotencias, que no ganó ni una sola de las guerras que libró.


Yo le respondí que no pretendía ganar guerras. ¡Su única intención es hacerlas!

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