San Buenaventura (1221-1274)
Franciscano, Doctor de la Iglesia
Vida de San Francisco, Legenda major, cap. 7 (©Clásicos de la espiritualidad occidental)
Entre los dones de gracia que Francisco recibió de Dios, dador generoso, mereció como privilegio especial crecer en las riquezas de la sencillez mediante su amor a la más alta pobreza. El santo hombre vio que la pobreza era la compañera íntima del Hijo de Dios, y ahora que era rechazada por el mundo entero, estaba ansioso de abrazarla con amor eterno. Por causa de la pobreza no sólo abandonó a su padre y a su madre, sino que también regaló todo lo que tenía. Nadie era tan ávido de oro como él de la pobreza, ni nadie estaba tan ansioso de guardar su tesoro como él por guardar esta perla del Evangelio.
Especialmente en esto se ofendería su vista si viera en los frailes algo que no concordase enteramente con la pobreza. En efecto, desde el inicio de su vida religiosa hasta su muerte, sus únicas riquezas fueron una túnica, un cordón y ropa interior; y con esto estaba contento. Solía recordar frecuentemente con lágrimas la pobreza de Jesucristo y de su madre, afirmando que era la reina de las virtudes porque brillaba de manera preeminente en el Rey de reyes (1Tm 6,15) y en la Reina, su madre.
Cuando en una reunión los frailes le preguntaron qué virtud hace más amigo de Cristo, respondió como si abriera lo más profundo de su corazón: "Sepan, hermanos, que la pobreza es el camino especial hacia la salvación, como estímulo de la salvación", humildad y raíz de perfección, cuyo fruto es múltiple pero escondido. Este es el tesoro del Evangelio “escondido en el campo” (Mt 13, 44); para comprarlo debemos venderlo todo, y en comparación con esto debemos despreciar todo. No podemos vender."
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