San Juan Eudes (1601-1680)
sacerdote, predicador, fundador de institutos religiosos
Corazón adorable, cap.12
¡Oh Dios mío, qué maravilloso es tu amor por nosotros! ¡Eres infinitamente digno de ser amado, alabado y glorificado! No tenemos ni el corazón ni el espíritu suficiente para esto, pero tu sabiduría y bondad nos han dado los medios para hacerlo. Porque nos has dado el Espíritu y el corazón de tu Hijo para que se conviertan en nuestro propio espíritu y corazón, como nos prometiste por medio de tu profeta: “Os daré un corazón nuevo y pondré en vosotros un espíritu nuevo” (Ez 36,26). Y para que sepamos qué es este corazón nuevo y este espíritu nuevo, añadiste: “Pondré mi espíritu”, es decir, mi corazón, “dentro de vosotros” (v.27). Sólo el Espíritu y el corazón de un Dios pueden ser dignos de amar y alabar a Dios, capaces de bendecirlo y amarlo según su medida. Por eso nos has dado tu corazón, el corazón de Jesús, tu Hijo, así como los corazones de su divina madre y de todos los santos y ángeles que juntos hacen un solo corazón como la cabeza y los miembros hacen un solo cuerpo (Ef 4,16).
Entonces, hermanos míos, hagan a un lado su propio corazón, su propio espíritu, su propia voluntad, su propia autoestima. Entregaos a Jesús para que podáis entrar en lo más profundo de su corazón, que contiene el de su madre y el de todos los santos, y perderos en ese abismo de amor, humildad y paciencia. Si amas a tu prójimo y tienes un acto de caridad que realizar, ámalo y actúa con él como debes hacerlo desde el corazón de Jesús. Si se trata de humillaros, que sea con la humildad de ese corazón. Si debéis alabar, adorar y dar gracias a Dios, que sea en unión con la adoración, la alabanza y la acción de gracias que nos da ese gran corazón. Todo lo que hagáis, hacedlo todo con el espíritu de este corazón, renunciando a vuestro propios y entregándoos a Jesús para que podáis actuar en el Espíritu que anima su corazón.
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