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"Nadie ha subido al cielo sino el que ha bajado del cielo"

Una homilía griega del siglo IV

Sobre el santo misterio pascual, 51, 63; PG 59, 743, SC 27 (inspirado en un sermón perdido de Hipólito)


#maronitas

El árbol de la cruz es para mí el árbol de la salvación eterna. Me alimenta y me festejo con ella. Con sus raíces estoy arraigado y con sus ramas extiendo mis brazos. Su savia me limpia y su brisa, como un viento fragante, me hace fecundo. Bajo su sombra he levantado mi tienda y, escapando del terrible calor, encuentro allí un remanso de frescura. Es con sus flores que yo mismo florezco y con su fruto que tomo mi mayor deleite. Sí, esos frutos me fueron guardados desde el principio y los disfruto sin fin. Cuando tiemblo ante Dios, este árbol me da cobijo; cuando titubeo, es mi permanencia. Es el precio de mis batallas y el premio de mis victorias; es mi camino angosto, camino empinado, escalera de Jacob por donde suben y bajan ángeles y en cuya cima se sostiene verdaderamente el Señor (Mt 7,14; Gen 28,12).


Este árbol de dimensiones celestiales ha sido elevado de la tierra al cielo; es una planta inmortal, situada entre el cielo y la tierra. Sostenedor de todas las cosas, portador del universo, sostén del mundo habitado, abraza el cosmos y reúne los diversos elementos de la naturaleza humana. Por sí mismo, está ensamblado con los tablones invisibles del Espíritu para que no flaquee en su conformidad con lo divino. Tocando las alturas del cielo con su cúspide, asentando la tierra con sus pies, y rodeando con sus grandes brazos los innumerables espacios de la atmósfera, está enteramente en todo y alrededor de todo.


De nada hubiera servido que el universo se borrara, se derritiera de terror ante la Pasión, si nuestro gran Jesús no hubiera infundido en él el Espíritu divino cuando dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu” (Lc 23, 46). Todo se hizo añicos, pero cuando el Espíritu divino resucitó, el universo se reanimó en cierto modo, se devolvió a la vida y recuperó la firmeza de su estabilidad. Dios llenó todo, en todas partes, y la crucifixión penetró todas las cosas.

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