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«No os turbéis cuando oigáis hablar de guerras e insurrecciones».


#maronitas

XVI

Papa de 2005 a 2013.

XX Jornada Mundial de la Juventud, Homilía para la Vigilia


Los santos nos muestran el camino para alcanzar la felicidad, nos muestran cómo ser verdaderamente humanos. A través de todos los altibajos de la historia, ellos fueron los verdaderos reformadores que constantemente la rescataron de hundirse en el valle de la oscuridad; fueron ellos quienes constantemente derramaron sobre ella la luz necesaria para dar sentido - incluso en medio del sufrimiento - a las palabras de Dios pronunciadas al final de la obra de la creación: "Es muy bueno".


Basta pensar en figuras como San Benito, San Francisco de Asís, Santa Teresa de Ávila, San Ignacio de Loyola, San Carlos Borromeo, los fundadores de las órdenes religiosas del siglo XIX que inspiraron y guiaron el movimiento social, o los santos de nuestros días: Maximiliano Kolbe, Edith Stein, Madre Teresa, Padre Pío.

Al contemplar estas figuras aprendemos lo que significa "adorar" y lo que significa vivir según la medida del Niño de Belén, según la medida de Jesucristo y de Dios mismo.


Los santos, como dijimos, son los verdaderos reformadores. Ahora quiero expresar esto de una manera aún más radical: sólo de los santos, sólo de Dios viene la verdadera revolución, el camino definitivo para cambiar el mundo.


En el siglo pasado hemos vivido revoluciones con un programa común: sin esperar nada más de Dios, asumieron la responsabilidad total de la causa del mundo para cambiarlo. Y esto, como vimos, significó que siempre se tomó como principio rector absoluto un punto de vista humano y parcial. Absolutizar lo que no es absoluto sino relativo se llama totalitarismo. No libera al hombre, sino que le quita la dignidad y lo esclaviza.


No son las ideologías las que salvan al mundo, sino sólo el retorno al Dios vivo, nuestro Creador, garante de nuestra libertad, garante de lo que es realmente bueno y verdadero. La verdadera revolución consiste simplemente en volverse a Dios, que es la medida del bien y que al mismo tiempo es amor eterno. ¿Y qué podría salvarnos aparte del amor?


¡Queridos amigos! Permítanme añadir sólo dos breves reflexiones.


Hay muchos que hablan de Dios; algunos incluso predican el odio y perpetran violencia en el Nombre de Dios. Por eso es importante descubrir el verdadero rostro de Dios. Los Magos de Oriente lo encontraron cuando se arrodillaron ante el Niño de Belén. "Cualquiera que me ha visto a mí, ha visto al Padre", dijo Jesús a Felipe (Jn 14, 9). En Jesucristo, que se dejó traspasar el corazón por nosotros, se ve el verdadero rostro de Dios. Lo seguiremos junto con la gran multitud de los que nos precedieron. Entonces estaremos viajando por el camino correcto.

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