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«Proclamando el Evangelio del reino, y curando toda enfermedad y dolencia»


#maronitas

San Juan Crisóstomo (c.345-407)

Sacerdote en Antioquía luego obispo de Constantinopla, Doctor de la Iglesia

Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, n. 32


Jesucristo, cargado de desprecios e insultos por parte de sus enemigos, se dedicó aún más a hacerles bien. Recorrió pueblos, aldeas y sinagogas, enseñándonos a no devolver calumnia con calumnia sino con mayor generosidad aún. Si cuando haces el bien a tu prójimo tienes en mente el beneplácito de Dios y no el de los demás, no dejes de hacérselo a él sin importar lo que te haga. Vuestra recompensa sólo puede ser mayor. Por eso Cristo no esperó a que los enfermos viniesen a él; él mismo fue a ellos, llevándoles dos bienes esenciales al mismo tiempo: la Buena Noticia del Reino y la curación de sus males.


Ni siquiera eso fue suficiente para él: mostró su preocupación de otra manera. “A la vista de las multitudes, su corazón se conmovió de ellas, porque estaban atribuladas y abandonadas como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: La mies es mucha, pero los obreros pocos; pedid, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies, a todos para que le siguieran, envió a sus discípulos, queriendo adiestrarlos, no sólo para las luchas que iban a tener en Judea, sino también para las batallas que desencadenarían por toda la tierra.


Jesús les da a sus discípulos el poder de curar cuerpos mientras esperan antes de confiarles el poder igualmente importante de curar almas. Nótese cómo demuestra tanto la facilidad como la necesidad de este trabajo al mismo tiempo. ¿Qué dice, en realidad? “La mies es mucha, pero los obreros son pocos”. No os envío a sembrar, sino a cosechar. Hablando así nuestro Señor les dio confianza y les mostró que la obra más importante ya estaba cumplida.

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