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Querido 4 de agosto: «recuérdanos, ¡porque nunca te olvidaremos!»

Testimonio de una superviviente


Escrito por la periodista Melvine Khoury el 4 de agosto de 2021. Superviviente de la explosión del puerto de Beirut


El texto original fue publicado en MECC el 5 de agosto de 2021. Traducción y publicación por Maronitas.org en colaboración con The Middle East Council of Churches. Disponible también en árabe y en inglés

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Foto: periodista Melvine Khoury. Cortesía MECC

Este es el 4 de agosto, lo que se suponía que iba a ser un día normal, a pesar de las circunstancias inusuales por las que estábamos pasando a muchos niveles. Estaba en casa, lo que todo el mundo llama un «lugar seguro». No sabía que había una bomba de relojería a punto de estallar, privándonos de la vida a los mártires, las víctimas, los heridos y los condenados.

Quisieron mancharnos aquel 4 de agosto de sangre, miedo, desesperación y rendición, porque son hijos de las tinieblas y líderes de un mundo ajeno a la misericordia y a la humanidad. Pero una vez que estos sentimientos negativos tocan nuestras almas, nos quitamos las batas de la preocupación y la incapacidad. Ahora somos más fuertes, y la rendición no es una opción que estemos dispuestos a considerar. Con cada trozo de cadáver enterrado, con cada niño, niña, hombre y mujer que cerró los ojos por última vez, encontramos fuerzas para revivir. Somos los hijos de la luz, de la fe y de la resurrección. No tememos a los que asesinan el cuerpo. Con cada grito de dolor insoportable, con cada lágrima derramada, con cada pensamiento de un futuro desconocido, nos aferramos aún más a nuestra fe. Llevamos nuestra cruz con alegría junto con Aquel que llevó su cruz hacia su propia muerte para salvarnos. No estoy escribiendo sólo teorías, son hechos que experimenté a lo largo del año. Sí, tuve mucho dolor debido a mis graves lesiones. A menudo, el dolor era insoportable. Le pregunté a Dios muchas veces: «¿Por qué yo? ¿Por qué todo este dolor?». Tenía tantas preguntas, pero sólo obtenía la respuesta desde dentro, desde mi conciencia y mi subconsciente: «¿Cómo me atrevo a quejarme de un poco de dolor cuando mi Salvador pasó por la más horrible de las torturas por mí?».

Es cierto que las imágenes grabadas en mi memoria de aquel sombrío día son duras, es difícil para el cerebro humano procesarlas. Estoy aquí, con voces angustiadas en mi cabeza, con el olor de la muerte rondando cada rincón... en el puerto, en las calles, en los coches y en los hospitales, donde la sangre cubre nuestros rostros y cada centímetro de nuestros cuerpos, donde la destrucción, el vacío, la oscuridad y los cristales rotos llenan las carreteras. Permanezco aquí durante horas, con la fe de que el camino del Gólgota que hemos cruzado será seguramente recompensado con una resurrección de la muerte, los escombros, las heridas y el dolor. Este camino regado con una sangre que cubrió el olor a muerte con el de un dulce perfume que nos conduce hacia la salvación. Querido 4 de agosto, te aseguro que no me rompiste, aunque rompiste mi cuerpo. No destruiste mi voluntad, aunque intentaste manchar mi alma con la desesperación. No sacudiste mi fe, aunque fuiste una prueba viviente del mal que crece en mi país. No me privaste de mi fuerza, pues la obtengo del Señor de este mundo. No me quitasteis la esperanza en la justicia porque creo en una justicia celestial que nunca falla. Querido 4 de agosto, acuérdate bien de nosotros... acuérdate de los mártires y de las víctimas, acuérdate de las cicatrices que dejaste en nuestros rostros y en nuestros cuerpos, acuérdate de las lágrimas de las madres y de la angustia de los padres, acuérdate de los niños que preguntan por sus mamás y por sus papás, acuérdate de la desesperanza de los desamparados. Recuérdanos a todos... ¡porque nunca te olvidaremos!


Communication and Public Relations Department






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