San Cirilo de Alejandría (380-444)
Obispo, Doctor de la Iglesia
Comentario a la carta a los Romanos, 15, 7
Está escrito que: “Nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo y cada uno de nosotros partes unos de otros” (Rom 12,5), porque Cristo nos reúne en una unidad por vínculos de amor: “De ambos hizo uno, y los destruyó el muro divisorio de la enemistad aboliendo la ley con sus mandamientos y derechos legales, para crear en sí mismo una nueva persona en lugar de dos” (Ef 2,14-15).
Por lo tanto, debemos tener los mismos sentimientos unos hacia otros: “Si un miembro padece, todos los miembros padecen con él; y si un miembro es honrado, todos los miembros se gozan con él.” (1Cor 12,26).
Por eso, como dice nuevamente san Pablo: “Acogedos unos a otros, como Cristo os acogió, para gloria de Dios” (Rom 15,7). Ayudémonos unos a otros, si compartimos estos mismos sentimientos. “Llevemos las cargas unos de otros; esforzándonos por preservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz” (Ef 4,2-3). Así nos ha acogido Dios en Cristo. Porque aquel hombre habló con verdad cuando dijo: “Tanto amó Dios al mundo que nos dio a su Hijo único” (Jn 3,16). Porque en verdad el Hijo fue dado en rescate por la vida de todos nosotros y hemos sido liberados de la muerte, liberados de la muerte y del pecado.
San Pablo ilumina las líneas generales de este plan de salvación cuando dice que: “Cristo se hizo ministro de los circuncidados para mostrar la veracidad de Dios” (Rom 15,8). Porque Dios había prometido a los patriarcas, padres de los judíos, que bendeciría a su descendencia, que también llegaría a ser tan numerosa como las estrellas del cielo. Y esta es la razón por la cual el Verbo, que es Dios, se manifestó en carne y se hizo hombre.
Él sostiene toda la creación en existencia y mantiene el bienestar de todo lo que existe porque él es Dios. Pero vino a este mundo al encarnarse “no para ser servido”, sino, como él mismo dijo: “para servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mc 10,45).
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