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"Salid a las carreteras y a los setos y haced entrar a la gente para que se llene mi casa"


#maronitas
Icono de San Basilio, el grande

La Divina Liturgia de San Basilio el Grande (siglo IV)

Plegaria eucarística, 1ª parte (©Holy Cross Ortodoxa Press)


Verdaderamente Tú eres santo y santísimo, y no hay límites para la majestad de Tu santidad. Tú eres santo en todas tus obras, porque con justicia y juicio verdadero dispusiste todas las cosas para nosotros. Porque habiendo hecho al hombre quitando el polvo de la tierra, y habiéndolo honrado con Tu propia imagen, oh Dios, lo pusiste en un jardín deleitable, prometiéndole la vida eterna y el goce de bendiciones eternas en la observancia de Tus mandamientos. Pero cuando te desobedeció a ti, el Dios verdadero que lo habías creado, y fue descarriado por el engaño de la serpiente, quedando sujeto a muerte por sus propias transgresiones, tú, oh Dios, en tu justo juicio lo expulsaste del paraíso a este mundo, devolviéndolo a la tierra de la que fue tomado.


Sin embargo, le diste la salvación de la regeneración en tu Cristo. Porque no desechaste para siempre a Tu criatura que hiciste, oh Bondadoso, ni te olvidaste de la obra de Tus manos, sino que por Tu tierna compasión, lo visitaste de diversas maneras: Enviaste profetas; Hiciste obras poderosas por tus santos que en cada generación te han agradado. Tú nos hablaste por boca de Tus siervos los profetas, anunciándonos la salvación que había de venir; Nos diste la ley para ayudarnos; Tú nombraste a los ángeles como guardianes.


Y cuando llegó la plenitud de los tiempos, nos hablaste por medio de tu Hijo mismo, por quien creaste los siglos. Él, siendo el esplendor de tu gloria y la imagen de tu ser, sustentando todas las cosas con la palabra de su poder, no estimó el ser igual a ti, Dios y Padre, como un robo. Pero, siendo Dios antes de todos los siglos, apareció en la tierra y vivió con la humanidad. Encarnándose de una Virgen santa, se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, conforme al cuerpo de nuestra bajeza, para transformarnos a semejanza de la imagen de su gloria (Hb 1,2-3; Fil 2). , 6-7; 3,21).


Porque por cuanto el pecado entró en el mundo por el hombre, y por el pecado la muerte, agradó a tu Hijo unigénito, que está en tu seno, Dios y Padre, nacido de una mujer, la santa Madre de Dios y siempre virgen María; nacido bajo la ley, para condenar el pecado en su carne, a fin de que los que murieron en Adán sean vivificados en él, tu Cristo. Vivió en este mundo y nos dio preceptos de salvación. Liberándonos de los engaños de la idolatría, Él nos guió al conocimiento seguro de Ti, el verdadero Dios y Padre. Él nos adquirió para sí mismo, como su pueblo escogido, un sacerdocio real, una nación santa.

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