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"Soy yo mismo. Tócame y verás"

San Gregorio Magno (c.540-604)

Papa, Doctor de la Iglesia

Homilías sobre los Evangelios, n. 26; PL 76,1197


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Icono Maronita de Nuestro Señor con santo Tomás

¿Cómo era real el cuerpo del Señor, que podía entrar a los discípulos a través de puertas cerradas después de la resurrección? Debemos estar seguros de que si una obra divina se entiende por la razón no es maravillosa, ni nuestra fe tiene ningún mérito cuando la razón humana proporciona una prueba. Hemos de considerar estas obras de nuestro Redentor, que de ningún modo pueden entenderse por sí mismas, a la luz de otras obras suyas, para que sus obras más milagrosas susciten la fe en lo milagroso. Porque el cuerpo del Señor, que hizo su entrada a los discípulos a través de puertas cerradas, era el mismo que salió ante los ojos de los hombres del vientre cerrado de la Virgen en su nacimiento. ¿Es extraño que el que ahora iba a vivir para siempre hiciera su entrada por las puertas cerradas después de su resurrección, quien al venir para morir hizo su aparición desde el vientre no abierto de la Virgen?


Pero como vaciló la fe de los que lo contemplaron en cuanto al cuerpo que podían ver, les mostró enseguida las manos y el costado, ofreciéndoles el cuerpo que había introducido por las puertas cerradas para que lo tocaran... Ahora bien, no puede ser de otra manera. Luego que lo que se toca es corruptible, y lo que no es corruptible no se puede tocar. Pero de una manera maravillosa e incomprensible nuestro Redentor, después de su resurrección, manifestó un cuerpo que era incorruptible y palpable. Mostrándonos que es incorruptible nos empujaría hacia nuestra recompensa, y ofreciéndonos como palpable nos dispondría a la fe, se manifestó tanto incorruptible como palpable para mostrarnos verdaderamente que su cuerpo después de su resurrección era de la misma naturaleza que la nuestra pero de diferente clase de gloria.


Texto bíblico

Mientras hablaban de esto, Jesús mismo se puso en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”.

Se sobresaltaron y aterrorizaron, y pensaron que estaban viendo un fantasma.

Él les dijo: '¿Por qué estáis asustados, y por qué surgen dudas en vuestros corazones?

Mira mis manos y mis pies; mira que soy yo mismo. Tócame y verás; porque un fantasma no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo.

Y dicho esto, les mostró las manos y los pies.

Estando ellos incrédulos en su alegría y todavía asombrados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer?

Le dieron un trozo de pescado asado,

y él lo tomó y comió en presencia de ellos.

Entonces les dijo: Estas son mis palabras que os hablé cuando aún estaba con vosotros, que todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos, se debe cumplir.

Entonces les abrió la mente para que entendieran las Escrituras.

(Evangelio según san Lc 24, 36-45)

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